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Derechos del Consumidor: pasado, presente y futuro
Anwar Fazal, el ex presidente de la Organización Internacional de Uniones de Consumidores (IOCU, ahora CI) desde 1978 hasta 1984.
El profesor Fazal es uno de los fundadores y un actor clave en una docena de redes locales y globales de la sociedad civil, que abarca una amplia variedad de asuntos de interés público, incluidos derechos de los consumidores, salud, ecología, buena gobernanza y paz.
Comenzó su intervención Anwar Fazal remarcando que el conocimiento de los derechos del consumidor no son nada sin una puesta en práctica efectiva de los mismos. Lo expresó en la frase: “conocimiento sin carácter” y lo desarrolló en base a tres aspectos fundamentales, que definió como el ABC de la defensa de los consumidores:
Enojo (del inglés Angry), Valor (en inglés Brave) y Creatividad. La defensa de los consumidores debe motivarnos desde una implicación básica que es el enojo (Angry) que nos provoca las situaciones de desigualdad e injusticia que sufren los consumidores frente a las empresas. Esta sensación básica debe unirse posteriormente al valor (Brave) para impulsar una voluntad de cambio que acabe con tales injusticias y, para ello, hay que exigir creatividad, ya que el desequilibrio de poderes entre productores y consumidores es tan fuerte que exige un esfuerzo de evolución constante y nuevos planteamientos. El estancamiento es un enemigo en la defensa de los derechos de los consumidores.
En un contexto como el actual es necesario inventar nuevas formas de lucha. Las nuevas tecnologías nos ofrecen un camino, pero nunca debemos perder de vista el contacto directo. En particular es fundamental para el movimiento consumerista conectarse y crear alianzas con otras organizaciones de la sociedad civil de todo tipo.
¿Qué iniciativas pueden proponerse para este nuevo escenario en la defensa de los derechos de los consumidores?
Dada la dimensión de la globalización y sus riesgos, con la crisis y sus graves consecuencias para los consumidores en todo el mundo como muestra más elocuente, habría que instaurar un delito de “Crímenes contra el consumidor” que perfectamente definido, contemplase aquellas actuaciones a nivel global que producen efectos negativos en los consumidores y sus derechos.
En segundo lugar, la visibilidad de los problemas de los consumidores es fundamental y es necesario por tanto fomentar nuevos líderes que aporten dinamismo y nuevos enfoques en la lucha por los derechos del consumidor. Dentro de estas nuevas vías de defensa, y en tercer lugar, las nuevas tecnologías ofrecen una herramienta fundamental ya que permiten no sólo compartir experiencias y oportunidades entre las propias organizaciones de consumidores, sino aglutinar una comunidad virtual que se conciencie de los riesgos a que se enfrentan los intereses de los consumidores de todo el mundo. Pero hay que dar un paso más allá de toda actuación virtual que nos ofrecen las nuevas tecnologías y fomentar el activismo participativo. Este punto cuarto es clave para convertir al consumidor de un mero cliente arrastrado por los intereses de las grandes empresas en un voluntario consciente y propagador de sus derechos.
En quinto lugar, hay que instaurar otros índices con los que medir la satisfacción de los ciudadanos, como un Índice de Felicidad donde se contemplen otras dimensiones de los consumidores al margen de valores monetarios (implicaciones medioambiantales y sociales, por ejemplo). Todo ello debe traducirse, en sexto y último lugar, en un nuevo modelo de organización, que pueda recoger y aglutinar las propuestas y objetivos planteados de una manera coherente y global.